Yanelli tenía 24 años cuando abusaron por primera vez de ella. Es Licenciada en Danza Clásica y Licenciada en Enfemrería. Además, es madre soltera de una menor, quien en ese entonces tenía 2 años. La noche del 8 de junio de 2016, regresaba del trabajo. Se dirigía a su casa pero como el trasporte público demoró en pasar, tomó un taxi colectivo.
Cuando ella lo abordó, no compartía viaje con nadie más pero dos cuadras después, se subieron dos hombres: uno atrás y uno adelante. Escasos 50 metros adelante, sacaron un arma de fuego y una navaja para asaltarla a ella y al chofer.
Después, le preguntaron al conductor:
—¿No traes nada más?
—No —respondió el chofer
—Claro que sí, está joyita (refiriéndose a Yanelli)
Le ordenaron al taxista que se desviara del camino y en una carretera, que conduce hacía el panteón, abusaron sexualmente de ella. Yanelli recuerda que el taxista intentó ayudarla, pero el señor “ya era un poco grande” y le pegaron en la cabeza con el arma de fuego.
Después, se dieron a la fuga y les ordenaron esperarse 20 minutos, pues si los veían en el camino, los iban a matar.
El conductor le pidió disculpas a Yanelli por no haberla podido ayudar, después le dijo que la trasladaría a dónde ella se lo pidiera: hospital, casa, comandancia. La mujer le dijo que la llevara a su casa, pero se bajó 5 minutos antes de llegar y con la ropa rasgada y sangre en la cara, caminó hasta su domicilio.
Dice que se bajó antes porque no quería que el taxista viera donde vivía: ya no sabía si confiar en él o no.
Ese mismo día acudió a denunciar los hechos y al Hospital General de Huauchinango, donde le dijeron que tenía esguince en el cuello. La joven narra que no quería denunciar, pero fue su mamá quien la convenció. Cuatro días después, se trasladó a la Fiscalía General del Estado, ubicada en la capital poblana, para que le hicieran pruebas psicológicas y el retrato hablado de sus atacantes.
Yanelli trabajaba en el área de cultura de un municipio cercano y después de la agresión la corrieron; en primera, porque no querían tener “problemas” y, en segunda, porque la querían “al cien” y ella no lo estaba.
Aunque los violadores y asaltantes se llevaron las pertenencias de Yanelli, durante un mes, aproximadamente estuvo “relativamente tranquila”, en comparación a todo lo que vendría después. Fue a terapia con el psicólogo y tomó tratamiento que le recetó el psiquiatra pues no podía dormir, tampoco podía controlar su ansiedad; no comía y comenzaba a presentar cuadros de desnutrición y anemia.
Fue precisamente con estos medicamentos con los que en dos ocasiones intentó quitarse la vida. Lo hacía con la esperanza de que no resultara y sí resultaba, sabía que le iba a causar un dolor muy grande a su mamá y que su hija la necesitaba.
IDENTIFICA A SU AGRESOR
Un mes después, la hermana de Yanelli la invitó a comer con una amiga. Mientras esperaban el transporte público, pasó una patrulla con dos hombres detenidos. Yanelli se comenzó poner muy mal pues reconoció a uno de ellos como su agresor. Sin miedo a equivocarse y acompañada de su hermana, llegó hasta la comandancia de la Policía Municipal y se entrevistó con un policía, a quien le pidió información sobre los detenidos: “uno de ellos se llama Erick, no sé su apellido pero es Erick”, le dijo.
Ella sabía el nombre porque recuerda que mientras la violaba, el otro sujeto le decía: “Ya Erick, me toca”.
Los oficiales le confirmaron la identidad y le recomendaron presentarse ante el Ministerio Público. En esa ocasión, Erick fue detenido por participar en una riña pero después se giró una orden de aprehensión en su contra por la violación.
Quizás ese fue el “error” de Yanelli: denunciar su violación y reconocer a su agresor. Después de que Erick fue detenido, comenzaron una serie de amenazas y al poco tiempo las cumplieron. A pesar de que Yanelli había cambiado de número telefónico, los familiares de Erick tuvieron acceso a él y a la dirección de su casa.
“Perra, te vas a morir, ¿no fue suficiente lo que te pasó? Quita la denuncia, le advertía el hermano de Erick, quien le dijo que si no se presentaba para desistir de la demanda, él la iría a ver a ella y, al parecer, así lo hizo.”
LA VIOLAN POR SEGUNDA OCASIÓN
Después de las amenazas, Yanelli solicitó protección y el Ministerio Público ordenó que dos oficiales la cuidarán. Así lo hicieron hasta que se registró la tormenta “Earl”. Las víctimas del huracán se convirtieron en prioridad. Yanelli dice que lo entendió pero aunque las cosas volvieron a la normalidad, su seguridad no regresó.
La mujer, quien vivía con su hija, hermana y madre aguantó las amenazas y mensajes ofensivos por meses. Mientras más se acercaba el juicio de Erick, las amenazas más se hacían presentes. En octubre de 2017, Yanelli detectó a hombres sospechosos cerca de su casa incluso, en una ocasión tuvo que llamar a la policía.
Sin embargo, en una ocasión, donde su madre y su hermana no se encontraban en la casa, dos hombres ingresaron a la vivienda. A Yanelli le pegaron, azotaron su cabeza contra la pared en múltiples ocasiones, la tiraron, la patearon, le escupieron y la ataron de las manos y pies con un cable y una cuerda.
“Te estás haciendo la muy chingona, si deberás muy cabrona, defiéndete. Lo que van a encontrar después es tu cuerpo, le gritaban”.
Mientras ella gritaba, a su hija de tan solo dos años también le pegaron y la jalaron del cabello. Después, metieron a la menor a un cuarto y le tomaron fotografías: “a mí no me gustan las escuinclas pero conocemos a alguien que sí”. Para que no le hicieran nada más a su hija, Yanelli dejó de gritar para pedir auxilio; después la violaron frente a su hija.
Antes de irse, con la punta de una navaja la marcaron en el pecho.
Yanelli dice que debido a los golpes, ni siquiera sintió dolor cuando le mercaban el cuerpo. Tampoco podía respirar, su nariz estaba llena de sangre y le metieron su largo cabello a su boca; después huyeron y ella perdió el conocimiento. Dos horas después, su madre la encontró ahí tirada y fue a pedir auxilio a los vecinos pues ella no supo qué hacer.
Cuando recobró el conocimiento, Yanelli lo primero que pidió fue ver a su hija, pensó que se la habían llevado o, posiblemente, también abusaron de ella. La pequeña estaba dormida, estaba echa del baño y se veía maltratada, por los golpes pero dentro de todo estaba bien.
Los vecinos pidieron auxilio y al lugar llegaron paramédicos y policías. Fueron estos últimos quienes trasladaron a Yanelli al hospital, donde le dijeron que tenía fracturada la nariz, un esguince, su mandíbula estaba lastimada, presentaba derrame en el ojo, oídos inflamados y un dolor de cabeza que nunca se calmó.
Cuando Yanelli se presentó nuevamente ante el Ministerio Público para declarar, el encargado de llevar su caso se molestó porque dijo que él nunca dio la orden de que se le retirara la vigilancia; sin embargo, la víctima cuenta que la persona que tomó la declaración, escribió lo que quiso y no lo que ella narró. Además, al día siguiente fue atendida por una psicóloga que le advirtió: “si estas mintiendo, yo me doy cuenta y me voy a encargar de que te castiguen”.
Yanelli salió de ese lugar en llanto, pues dijo que lejos de sentirse apoyada, la hicieron sentir peor y fue revictimizada por las autoridades.