Cuando asumió la Presidencia de México en diciembre, Andrés Manuel López Obrador se desentendió de la gestión de su partido el izquierdista Movimiento Regeneración Nacional (Morena), que ahora vive una guerra interna por el liderazgo de la organización.
«Es muy complicado lo que está pasando allí dentro. Es un partido muy poco institucionalizado y esto ha generado mucha tensión e incluso agresiones en su interior», explicó este jueves a Efe la politóloga Martha Singer, profesora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Morena debería escoger a su nuevo líder a finales de noviembre, pero la dirección del partido, bajo el mandato interino de Yeidckol Polevnsky, ha propuesto suspender el proceso de elección interna tras detectarse numerosas irregularidades y conflictos.
Tuvieron que ser canceladas al menos 65 de las cerca de 170 asambleas locales para elegir a los delegados que escogerán al nuevo presidente.
Según la dirección, se detectaron «agresiones físicas, lesionados por armas de fuego, robos de equipos de cómputo, de teléfonos celulares y de paquetería electoral, así como una alta participación de personas no afiliadas».
¿QUIÉNES COMPITEN?Además de Polevnsky, se han postulado por el liderazgo Mario Delgado, líder de la bancada de Morena en la Cámara de Diputados; Bertha Luján, presidenta del Consejo Nacional de Morena, y Alejandro Rojas, exdiputado y exsecretario de Turismo de Ciudad de México.
Todos ellos han criticado los problemas en el censo y la violencia desatada en las asambleas locales, de la que nadie se ha responsabilizado, e incluso Mario Delgado llegó a pedir que el nuevo líder sea escogido mediante una encuesta.
Lo que está en juego con el liderazgo del partido es elaborar las listas a las elecciones intermedias de 2020 y decidir los candidatos a varios gobiernos estatales, recordó la profesora Singer.
Pero sobre todo, está el poder de influir en la candidatura presidencial de 2024, para la cual ya suenan el canciller mexicano Marcelo Ebrard, la alcaldesa de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, y el líder de Morena en el Senado, Ricardo Monreal.
AL PRESIDENTE NO LE INTERESALópez Obrador fundó Morena en 2014 a su imagen y semejanza para contender en las elecciones de 2018. Y ahora que es presidente no quiere ensuciar su enorme popularidad por culpa de luchas dentro de su partido.
«Casi no vienen a informarme de nada de lo que está pasando en Morena. Pero cuando alguien quiere tratar el tema, inmediatamente le digo que no tengo nada que ver, que no me importa, no me interesa», dijo este martes en una rueda de prensa.
Eso sí, el mandatario ha sido muy claro al amenazar con cesar y demandar a cualquier funcionario o servidor público que use recursos públicos para influir en la elección interna del partido, algo que han denunciado miembros de Morena.
Sin tener una estructura sólida, Morena ha conquistado enormes cuotas de poder, pues ocupa la Presidencia del país, la mayoría en la Cámara de Diputados y en el Senado, así como los Gobiernos estatales de Ciudad de México, Puebla, Morelos, Tabasco, Chiapas, Veracruz y, próximamente, asumirá el poder en Baja California.
«Es un partido con mucho poder político pero a la vez con mucha debilidad institucional», señaló la académica, quien dijo que sin el liderazgo moral de López Obrador se ha desatado una «lucha de poder» entre las distintas facciones del partido, que van desde la izquierda hasta el centroderecha.
LA LUCHA SE EVIDENCIÓ EN EL SENADOEn agosto pasado, la polémica elección para renovar la presidencia del Senado de México expuso como nunca antes las fracturas dentro del partido oficialista.
Los senadores de Morena decidieron en una polémica votación a puerta cerrada sustituir al entonces presidente del Senado, Martí Batres, por la senadora Mónica Fernández, ambos morenistas.
Batres respondió que no reconocía esa votación y acusó al líder de Morena en el Senado, Ricardo Monreal, de ser «un político faccioso» por haber maniobrado presuntamente en su contra.
Monreal, valedor de Mónica Fernández, permitió que en la votación participaran senadores del conservador Partido Encuentro Social (PES) pero no del comunista Partido del Trabajo (PT), aunque ambos son aliados de Morena en la cámara.
Por eso, fue criticado por la dirección del partido, aunque Monreal, arropado por la mayoría de senadores morenistas, defendió que la votación había sido «ejemplar» y reivindicó «unidad» en Morena.