En el marco de la Liturgia del Viernes Santo, el papa Francisco presidió hoy la celebración de la Pasión de Cristo en la Basílica de San Pedro del Vaticano, pero no se tendió en el suelo del templo para rezar, como se hace tradicionalmente en esta solemne celebración.
El pontífice argentino, aquejado en los últimos tiempos de un dolor en la rodilla, accedió al templo en procesión y, tras llegar ante el altar mayor con un leve cojeo y sin báculo, rezó de pie y en silencio ante la tumba de Pedro, para luego sentarse en un sillón.
Durante este día de la llamada Semana Santa, se conmemora el martirio y muerte de Jesús de Nazaret, es la única del año en la que no hay consagración, aunque sí comunión, y el papa la presidió en silencio junto al resto del clero vaticano, fieles y diplomáticos.
Como cada año, la homilía corrió a cargo del predicador de la Casa Pontificia, el cardenal capuchino Raniero Cantalamessa, que alertó del relativismo moderno, citando a J.R.R Tolkien, creador de “El Señor de los Anillos”, y al existencialista Søren Kierkegaard.
El predicador, reflexionando acerca del juicio de Cristo ante Pilato, lamentó que aún se dude de la existencia de Jesús de Nazaret y consideró que “el mal que nos rodea se vuelve más desesperanzador y absurdo” sin la fe.
Una vez terminada esta solemne liturgia en el templo vaticano, el papa Francisco se dirigirá al Coliseo de Roma para presidir el tradicional Vía Crucis de Viernes Santo ante miles de fieles, tras dos años en los que este acto fue suspendido por la pandemia y reemplazado por una procesión reducida en una plaza de San Pedro desierta.
Durante el Vía Crucis, dividido en catorce estaciones que simbolizan el camino de Cristo a su crucifixión, la cruz será transportada por diferentes tipos de familia y en el paso décimotercero está previsto que la lleven una rusa y una ucraniana en señal de reconciliación.
Con información de EFE.